domingo, 20 de enero de 2013

Tranvías en Lisboa


Pocas ciudades hay que conserven el encanto de la capital lusa. Lisboa suena a fado, huele a mar y se mueve en tranvía, en esos tranvías antiguos que podrían estar en un museo, pero no son un recuerdo, no son historia, son parte viva de la ciudad.

No se saborea del todo Lisboa si no se ha subido en el 28 hasta el castillo de San Jorge y al Barrio Alto o Chiado. Y casi nadie se aventurará a ir Torre de Belem andando, aunque de todo hay en la viña del señor…



Callejuelas donde parece imposible que puedan circular estos antiguos tranvías, donde la ropa tendida y la tertulia tranquila delante del bar hacen pensar que uno no está en una gran capital, sino en un pequeño pueblo. Callejuelas que desembocan en miradores desde donde contemplar la grandeza de Lisboa. Callejuelas que son el escenario ideal, no salido de una película, sino de la vida misma, para el diario discurrir de estos carromatos eléctricos.

Los antiguos tranvías de principios del siglo XX comparten protagonismo con los modernos vehículos, más cómodos y espaciosos, pero carentes del encanto de los viejos asientos de madera y los asideros de cuero que cuelgan del techo del vagón.

Si uno desea hacer el mítico recorrido de la línea 28, puede tomar el tranvía en la baixa Pomablina, pero atención, en la parada se forman colas espontáneas de pasajeros esperando y es conveniente situarse al final al llegar. De lo contrario, amablemente le llamarán la atención indicándole dónde debe situarse para respetar el turno. Los portugueses son muy amables y educados, atentos con el turista, por lo que deberemos ser también respetuosos con sus costumbres.

El recorrido del 28 nos llevará por toda la Alfama, para bajarnos en el Castillo de San Jorge y disfrutar de unas de las mejores vistas de Lisboa, con toda la Baixa Pomablina a nuestros pies, el Puente 25 de abril  sobre el río Tajo, con el Cristo en la otra orilla y, enfrente nuestro el barrio Alto y Chiado, destinos también de esta popular línea.

De principios del siglo pasado son la mayoría de los elevadores que facilitan moverse por Lisboa, ciudad que está formada por siete colinas, con todo lo que ello supone, cuestas y más cuestas empedradas por las que caminar.

El que quizás sea el elevador más popular es el de Santa Justa, también conocido como Elevador do Carmo, situado entre la calle Santa Justa, en la Baixa Pombalina y la plaza do Carmo, en Chiado. Desde el mirador situado sobre la estructura metálica de este elevador en forma de ascensor, podemos comtemplar una panorámica de Lisboa que compite con la que se disfruta desde el Castillo de San Jorge. 

A principios del siglo pasado fue cuando comenzaron las obras del ascensor, obras terminadas en 1902. Más tarde fue modernizado, cambiando la maquinaria de vapor por la actual eléctrica.


Otros elevadores facilitan el movimiento de turistas y lisboetas, conservando todos ellos un aroma de otros tiempos que nos transporta a un pasado no tan lejano.



Junto con esta red de tranvías y elevadores, Lisboa dispone de líneas de metro, no tan extenso como en otras capitales, pero que complementa el transporte en superficie. Sus estaciones se distinguen por incorporar exposiciones artísticas temporales, aunque desde luego carece del encanto y atractivo que ofrecen los antiguos carros eléctricos, tranvías que nos transportan a otra época y hacen que Lisboa nos deje el corazón cargado de nostalgia, como si de un buen fado se tratara.

¡Feliz Viaje!

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